Cuando un niño nace no sabe cuidar de sí mismo, depende de una persona mayor que lo cuide. Necesita a alguien que lo alimente, que lo bañe, que lo cambie y que lo ayude a dormir. En sus primeros pasos también necesita ayuda, precisa que alguien lo cuide para evitar que se caiga y se lastime.
En general, son los padres del bebé quienes se ocupan de satisfacer sus necesidades. El bebé
necesita estar en contacto con ellos para no enfermarse ya que es el período más frágil en la vida de una persona. Si nadie cuida al bebé, su vida estará en riesgo. Por eso nuestros padres se preocupan por nosotros sin importar qué edad tengamos.
El Señor Jesús dijo: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13 LBLA). Él quiso decir que, si los padres, que tienen fallas, conocen sus obligaciones, mucho más Dios, que es perfecto, va a proteger y a guardar a aquellos que confían en Él. Entonces, podemos tener la certeza de que Dios también quiere tener el derecho de cuidarnos. Él nos quiere llenar de Su presencia, del Espíritu Santo. Su presencia transformará nuestras vidas y nos dará coraje para mantenernos en la fe y en el temor del Señor.
Nunca estamos solos, nuestro Padre espiritual nos da Su protección y Su amor. Él quiere que nuestra vida esté completa. El propósito de Dios es estar en nosotros. Para que cuando pasemos por un momento difícil recordemos que Él está con nosotros, el Señor Jesús nos guiará por el camino seguro.
Si queremos que Dios actúe en nuestras vidas, debemos entregarnos a Él con respeto y obediencia, es así que Su promesa se cumplirá en nuestras vidas.
“El ángel del Señor acampa alrededor
de los que le temen y los rescata.”
(Salmos 34:7 LBLA)
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