Una de las grandes dificultades que Jesús enfrentó cuando estuvo aquí fue ser entendido. Y mire que Él lo intentaba. Una de las razones por las cuales Él hablaba a través de historias era exactamente para que Sus oyentes pudieran entender las lecciones más fácilmente. Pero a veces, Jesús perdía la paciencia. “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?”, Le dijo a Nicodemo, cuando este le cuestionaba si una persona tendría que volver al vientre materno para poder nacer de nuevo…
Yo también encuentro esa dificultad en mi trabajo, e incluso en este propósito de los 40 pensamientos. Si digo “Busque los asuntos del Padre y Él le ayudará a descubrir sus propósito en esta vida”, alguien inevitablemente pregunta: “¿Pero qué son los asuntos del Padre?” Si les decimos a las mujeres, “tiene que valorarse”, surge la pregunta: “Pero, ¿cómo me puedo valorar?”
Todo bien, el profesor tiene la obligación de facilitar el entendimiento de la lección. Pero el alumno tiene que pensar. Y lo que hay mucho por ahí es la pereza de pensar. Las personas quieren todo masticado. Quieren que les resolvamos sus problemas. No quieren tomarse el trabajo de parar y pensar en la enseñanza.
Si usted se detiene a pensar sobre cuáles son los asuntos del Padre, inmediatamente lo descubrirá. Si se detiene a pensar cómo puede valorarse, inmediatamente surgirán ideas al respecto. Usted es inteligente. Pero alguien no quiere que usted piense. (Si no sabe quién es ese alguien, usted no está pensando).
Quien no piensa es esclavo de quien piensa. Aprender los Pensamientos de Jesús es aprender a pensar.
Aplicación: Ponga su cerebro a funcionar. Él fue maravillosamente hecho para resolver problemas.
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