Halloween es una fiesta de origen pagano, su esencia es el culto a los muertos y fue importada de Estados Unidos en la década de los ´80. Desembarcó a través de Hollywood con películas como La Noche de Halloween, de John Carpenter y se estableció en Argentina hace más de 15 años.
Halloween en Estados Unidos es tan tradicional como el festejo de Navidad a medianoche en Argentina y entró en nuestro país hace más de 15 años.
Para muchos cristianos, el dilema que se presenta es: ¿Debemos celebrar una fiesta cuyo argumento es la muerte? Y en cuanto a los más chicos, ¿hay algún problema en disfrazarlas con fantasías que los introduzcan al terror y al mal? La mejor respuesta para este asunto es que si seguimos los principios de Cristo, debemos tomar como base la Palabra de Dios.
El Apóstol Pablo dice lo siguiente: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas…” (2 Corintios 5:17) También en Romanos 6:4 dijo: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva..”
Bien, si somos de Cristo, vivimos en novedad de vida. Las cosas antiguas, que aprendemos con la tradición religiosa o con influencias mundanas, no deben formar parte de nuestro estilo o forma de vivir. La moda siempre va a existir, esta ha hecho que muchos se desvíen del blanco cristiano: la salvación del alma.
Además, debemos tener en mente que si somos libres y tenemos una nueva vida (a partir de haber sido sepultados, realizado en el bautismo en las aguas), nuestros pensamientos y voluntades también se transformaron y fueron renovados.
Por lo tanto, esto indica que ya no necesitamos llenarnos de las futilidades que se nos presentan todos los días, para intentar ser aceptados por el mundo. Tampoco necesitamos hacerlo para mostrar que vivimos en él y que participamos de sus influencias, con la intención de decir que somos modernos y liberales. Somos nuevas criaturas y, por eso, podemos vivir muy bien sin que afecte nuestra conciencia cristiana ni manche nuestra fe. Si somos libres y felices por estar vivos, tener una nueva vida y ser renovados en Cristo Jesús, ¿para qué celebrar la muerte, las tinieblas y el mal (tramado) en este tipo de celebraciones?
En lugar de festejar la muerte, ¿por qué no festejar las bendiciones alcanzadas y exaltar a Aquel que estuvo entre los muertos, pero que resucitó para darnos una vida abundante? Y, finalmente, hacer como Él nos enseñó: Seguirlo y dejar que los muertos sepulten a sus propios muertos (lea Lucas 9:59-60).
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