HABÍA UNA vez un hombre que se llamaba Bernabé, que vendió un terreno y todo el dinero de la venta lo ofrendó a Dios. Bernabé era un hombre sincero y por su propia iniciativa tomo aquella actitud. Nadie le había pedido para ofrendar aquel valor y Bernabé no había prometido nada para Dios; pero, al ver el dinero, sintió el deseo de ofrendar en la Casa de Dios.
Otro hombre que se llamaba Ananías también tenía un terreno. Él y su esposa, Safira, resolvieron venderlo. Al recibir el dinero de la venta, la pareja tuvo una pésima idea, pues decidieron engañar a Dios. ¿Saben lo que ellos hicieron? Ananías y Safira guardaron parte del dinero y ofrecieron a Dios el restante.
Ananías fue hasta el templo, a la Casa de Dios, y entregó al discípulo Pedro su ofrenda, o sea, el restante que sobro de la venta de aquel campo. Pedro era un hombre de Dios y el Espíritu Santo hizo con que el supiese que Ananías estaba mintiendo. Pedro preguntó porque él había dejado que el espíritu
del engaño entrase en su corazón y por qué estaba mintiendo, Pedro le dijo: ¿El terreno era tuyo? ¿Y lo que conseguiste de la venta también era tuyo? Tu has mentido para los hombre, pero aun más a Dios.
Niños, fue solo Ananías oír aquellas palabras y cayó muerto en el suelo.
Qué cosa seria, ¿verdad? El error de él no fue haber dejado de ofrendar todo el dinero en la venta, pero si el hecho de decir que estaba dando todo, siendo que estaba dando solamente una parte. Safira llegó al templo, algunas horas después, sin saber de nada de lo que había ocurrido. Pedro le dijo el valor que Ananías había entregado como ofrenda, preguntó si ella y el marido había vendido el terreno por aquel valor, y ella respondió que sí, confirmando la mentira que había dicho.
Entonces Pedro preguntó porque ella y Ananías habían mentido para el Espíritu de Dios y mostró a ella los hombres que habían sepultado a Ananías. Cuando ella oyó la noticia, cayó en el suelo muerta, y aquellos mismos hombres llevaron el cuerpo de ella y lo sepultaron al lado del marido. Qué final triste que
tubo esta pareja, ¿verdad? Ellos escogieron el camino del engaño y de la mentira y terminaron sufriendo las consecuencias. Si ellos hubiesen sido verdaderos, nada de aquello habría ocurrido.
Conclusión:
Ananías y Safira desagradaron a Dios, no porque dejaron de dar el dinero de toda la venta, pero por haber mentido y no fueron fieles. Bernabé actuó diferente, pues escogió el camino de la fidelidad y de la verdad, y agradó a Dios. Debemos ser siempre fieles y verdaderos, y hacer siempre las cosas que agradan a Dios, pues en la Palabra de Él está escrito que: “Yo escogí el camino de la fidelidad…”.
Es este el camino que debemos seguir ¡Amén!
Otro hombre que se llamaba Ananías también tenía un terreno. Él y su esposa, Safira, resolvieron venderlo. Al recibir el dinero de la venta, la pareja tuvo una pésima idea, pues decidieron engañar a Dios. ¿Saben lo que ellos hicieron? Ananías y Safira guardaron parte del dinero y ofrecieron a Dios el restante.
Ananías fue hasta el templo, a la Casa de Dios, y entregó al discípulo Pedro su ofrenda, o sea, el restante que sobro de la venta de aquel campo. Pedro era un hombre de Dios y el Espíritu Santo hizo con que el supiese que Ananías estaba mintiendo. Pedro preguntó porque él había dejado que el espíritu
del engaño entrase en su corazón y por qué estaba mintiendo, Pedro le dijo: ¿El terreno era tuyo? ¿Y lo que conseguiste de la venta también era tuyo? Tu has mentido para los hombre, pero aun más a Dios.
Niños, fue solo Ananías oír aquellas palabras y cayó muerto en el suelo.
Qué cosa seria, ¿verdad? El error de él no fue haber dejado de ofrendar todo el dinero en la venta, pero si el hecho de decir que estaba dando todo, siendo que estaba dando solamente una parte. Safira llegó al templo, algunas horas después, sin saber de nada de lo que había ocurrido. Pedro le dijo el valor que Ananías había entregado como ofrenda, preguntó si ella y el marido había vendido el terreno por aquel valor, y ella respondió que sí, confirmando la mentira que había dicho.
Entonces Pedro preguntó porque ella y Ananías habían mentido para el Espíritu de Dios y mostró a ella los hombres que habían sepultado a Ananías. Cuando ella oyó la noticia, cayó en el suelo muerta, y aquellos mismos hombres llevaron el cuerpo de ella y lo sepultaron al lado del marido. Qué final triste que
tubo esta pareja, ¿verdad? Ellos escogieron el camino del engaño y de la mentira y terminaron sufriendo las consecuencias. Si ellos hubiesen sido verdaderos, nada de aquello habría ocurrido.
Conclusión:
Ananías y Safira desagradaron a Dios, no porque dejaron de dar el dinero de toda la venta, pero por haber mentido y no fueron fieles. Bernabé actuó diferente, pues escogió el camino de la fidelidad y de la verdad, y agradó a Dios. Debemos ser siempre fieles y verdaderos, y hacer siempre las cosas que agradan a Dios, pues en la Palabra de Él está escrito que: “Yo escogí el camino de la fidelidad…”.
Es este el camino que debemos seguir ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario