En la infancia, el individuo comienza a aprender las reglas y los procedimientos que debe seguir en la vida y en la sociedad. A la medida que madura, él pasa a percibir que, en todos los grupos en que participa, existen reglas importantes, ciertos patrones que la sociedad considera fundamentales y que deben ser respetados. Sin embargo, vemos que, en nuestra actualidad, estas reglas muchas veces son incumplidas, dejando a muchos padres preocupados.
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Pero cuando al niño se le enseña el camino a seguir, difícilmente él se apartará de Él, pues está escrito: “Enseña al niño el camino en que debe andar, y, aún cuando fuera viejo, no se apartará de él.” (Proverbios 22.6). Aquellos que aceptan andar por este camino logran cumplir las reglas sociales y los preceptos Divinos.
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Por eso, es imprescindible que los padres que tuvieron un encuentro con Dios, además de enseñar a los hijos a seguir las enseñanzas bíblicas, se preocúpe en enseñarles, con su propio testimonio, lo cuanto es valioso pertenecer al Reino de Dios. Pues la instrucción es más eficaz cuando hay hechos, práctica.
Ahí esta la importancia de que los padres vivan en comunión con el Espíritu Santo, pues solamente así podrán exhalar el buen perfume de Cristo para sus hijos.
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