Helen y su hermano Hugo, jugaban en el patio todos los días. Cuando estaban almorzando, su papá les enseñó:
- Nunca acompañen a alguien que no conozcan y ni abran la puerta de casa para cualquier persona cuando mamá no esté cerca.
La mamá completó:
- No entren en carros de desconocidos o hablen con extraños cuando vuelvan de la escuela o cuando estuvieren jugando en el patio, pues ni todos los adultos son amables. Existen personas que son malvadas que intentan atraer a los niños con dulces y juguetes, después los llevan para lejos y ellos nunca más vuelven para casa.
Helen y Hugo oyeron todo con mucha atención.
Al final de la semana, los niños fueron a pasear y su mamá avisó:
- Hijos, no se alejen, quédense cerca mío.
Pero Helena paró para observar un perrito en una tienda de mascotas. De repente, un carro se paró al lado de niña, y el motorista, muy simpático, dijo:
- ¡Hola, niña linda! Tengo un regalito para ti. ¿Quieres venir conmigo?
Luego Helen se acordó del consejo de su madre y corrió para junto de ella. Pasados algunos días, Hugo y su hermana jugaban en la vereda enfrente de casa cuando un hombre paro, llamo a los niños y preguntó:
- ¿Quieren un conejito? Si vienen conmigo, les daré un conejo para cada uno.
Hugo no aceptó, pues se acordó de lo que sus padres habían enseñado. Helen, no obedeció, pues há mucho tiempo ella deseaba un conejito y acompañó el desconocido.
¿Qué peligro? Hum, Helen no oyó lo que los padres le habían enseñado.
- ¿Adonde están los conejitos? Preguntaba Helen.
Pero el hombre la observaba con una cara muy fea. La niña con miedo, lloraba y llamaba a su madre. Hugo viendo a su hermana llorando, corrió para avisar a sus padres que comenzaron a orar y a pedir a Dios por la protección de su hija. Helen corrió para los brazos de su madre llorando y fue salva. Después del susto, la niña dijo:
- Nunca más desobedeceré a mis padres, acompañando un extraño. Cuando desobedecemos a nuestros padres las cosas quedan peores.
La lección de hoy aprendimos que debemos siempre obedecer a nuestros padres. La Biblia nos enseña que al desobedecer, desagradamos a nuestros padres y a Dios
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